Autor: Jesús Liébana Nieto
Se puede afirmar que somos agresivos por nuestra propia condición biológica, la naturaleza nos dota de una capacidad de agresividad, así hemos sobrevivido a lo largo de toda la evolución, desde que éramos nómadas, a través de la caza y esa seguridad que nos proporcionaba la tendencia a agruparnos para protegernos de las diversas adversidades, ese gregarismo que también nos recuerda nuestra dimensión social, esa que ha hecho que nos agrupemos en comunidades, para compartir experiencias, conocimientos, en definitiva para entablar relaciones que nos hagan crecer, personal y profesionalmente.
Se expresa en diversas formas, múltiples fenomenologías que se llevan a cabo por sujetos diversos, que responden a un perfil, a unas características concretas. Desafortunadamente así es, incluso dentro de ese grupo del que hablaba hay disputas, algunas de las cuales tratan de resolver quién es más líder, más popular, a quién le corresponde mandar a los demás, dirigir al grupo.
Somos agresivos por naturaleza, no se puede negar nuestra condición biológica, tendente a la hostilidad, esa agresividad que surge a partir de ciertas circunstancias o condiciones determinadas, de las que surgen emociones como la rabia, ira u otras como el miedo, pavor o pánico. Hay una variable de la personalidad que se refiere a la capacidad para identificar emociones, expresarlas y tomar conciencia de éstas, lo que favorece el desarrollo de la dimensión humana. Cuando la emoción experimentada es identificada y expresada a través de vías aceptables socialmente, cívicas, ésta se transforma en sentimiento, con ese componente hedónico que permite evitar situaciones desagradables, aproximándose a otras que son más gratas, aspecto que se transfiere también al plano humano, acercarnos a personas de nuestro agrado, alejándonos de otras `non-gratas´.
En definitiva, si la emoción se filtra por nuestra capacidad de reflexión, esa consciencia y pensamiento que nos es propio, y nos distingue del resto de especies animales, surge el sentimiento, menos reactivo, más crónico, reflexivo y auténtico. Las emociones suelen ser abruptas, determinadas por una situación concreta, con unos correlatos físicos asociados, de corta duración. Si no se identifican ni se pueden expresar, ejercen un efecto negativo en nuestra conducta, dificultando la recuperación de problemas psicológicos, e incluso provocando en algunos casos conductas violentas, reacciones irreflexivas, desadaptadas, disfuncionales. Desafortunadamente hay personas que no tiene esa capacidad de experimentar sentimientos, que son incapaces de sentir, moviéndose en el plano emocional, un aspecto que determina su inclinación hacia la violencia, en cualquiera de sus formas de expresión. Se trata de un perfil que no se incluye en los manuales de diagnóstico de salud mental, no aparece dentro del apartado de trastornos de la personalidad, a pesar de tratarse de un patrón sistemático de funcionamiento que tiende a la desinhibición en todas sus direcciones, la búsqueda de placer, ese hedonismo tan nuclear que define un aspecto extremadamente egoísta, sin sentir remordimiento ni culpabilidad por herir a los demás, entre otras características que describen la psicopatía.
Ninguna de las frases que procuran acercarse a la definición de ser humano logran incorporar los múltiples perfiles que forman parte de nuestra especie, ni esa definición tan bondadosa e ingenua de Rosseau, que viene a decir algo así como
`el hombre es bueno por naturaleza, es la sociedad la que lo pervierte´,
ni la reduccionista y pesimista definición que afirma algo como
`el hombre es un lobo para el hombre´.
Ni una ni otra son aptas, ya que reducen la realidad a una polaridad contrapuesta de percepciones reduccionistas que pretenden generalizar una inmensa globalidad compuesta por distintas personas, con diversas y múltiples características.
Cada persona es única, una unidad en la que convergen factores biológicos, más temperamentales, psicológicos, sociales, culturales, que la hacen una y única, a pesar que, a veces contradictoria.
Con esto quería revelar que cada persona presenta sus propias características, y éstas se relacionan con la situación o situaciones vitales, que a su vez hacen éstas activar rasgos de personalidad. La personalidad se relaciona con el medio constantemente, ejercen una recíproca influencia que determinará acciones. Sin embargo la personalidad también está muy determinada por la biología, el temperamento es la consecuencia de nuestra dotación biológica.
Hay personas que tienden a la extraversión, otras a la introversión, tendencias determinadas por esa dotación biológica de la que hablaba. Con el paso de los años y el desarrollo en el medio social que nos haya tocado vivir, esas tendencias se modifican, en algunos casos, incrementándose en otros.
Hay múltiples factores que influyen y que nos revelan que la realidad suele ser casi siempre compleja, casi nunca pura.
Konrad Lorenz, determinado por sus propios conocimientos, etólogo de profesión y estudioso de la conducta animal, afirmó algo así como que
`el hombre y su ferocidad va en contra de sí mismo y de las demás especies, al contrario que los lobos, que si matan es bajo una motivación biológica, la de supervivencia´
es decir, el lobo mata para alimentarse y en el caso del ser humano se han llevado a cabo asesinatos diversos bajo motivaciones muy alejadas de la supervivencia, bajo motivos sexuales, de poder, incluso de logro en algunos casos, acciones trágicas impelidas por emociones morales en algunos casos, en otros porque se percibe erróneamente o de un modo muy distorsionado una situación de competitividad, basada en ganar o perder, con esa polaridad que eclipsa tonalidades intermedias, e impide un pensamiento positivo y sacar un verdadero aprendizaje incluso de una probable derrota, si es que existen éstas, ya que el verdadero fracaso es no extraer un aprendizaje de las diversas experiencias que vamos teniendo a lo largo de nuestras vidas.
Quizá Lorenz tenía razón, hay casos en el que nuestra especie, llamada humana, muestra un rostro inhumano e inhóspito, sin embargo quisiera añadir que también se han documentado casos en animales de infanticidios bajo motivación reproductiva, me estoy refiriendo a esos casos de depredadores que matan a las crías de una hembra para copular con ésta. La violencia extrema se presenta en la especie animal también, con formas distintas.
La violencia viene a definirse como una conducta física dirigida a dañar o infligir dolor a otros/as, puede añadirse en su valoración el componente de intencionalidad, de libertad para dirigir con deliberación dichas acciones disfuncionales, de consciencia de los efectos o consecuencias de dichas conductas violentas, pero en definitiva, un acto violento es una conducta que daña a otras personas, destroza instalaciones u objetos físicos, y, en el caso en que haya salud mental y consciencia, para dirigirla con plena intención; es decir, que el/los autor/es lo hayan planificado cautelosamente e incluso hayan deliberado premeditadamente un plan de fuga, son responsables totalmente de lo que han hecho. Digo esto porque en casos de problemas mentales se pueden llevar a cabo acciones antijurídicas bajo un estado mental que anula la voluntad y el conocimiento de las consecuencias de dichos actos.
La intencionalidad de dañar se asocia inevitablemente a la asunción de responsabilidad total, siempre y cuando no haya un trastorno mental que explique esa oscura intención. Todo se presta a valoración, por supuesto, cada caso es único.
Se pueden asociar a conductas violentas ciertos problemas mentales, en general se podría afirmar que tener un trastorno mental incrementa la posibilidad de cometer una acción violenta, por supuesto, lo que no quiere decir que todas las conductas violentas tengan una explicación psicopatológica, porque no todas la tienen. Entre los trastornos o problemas mentales asociados a la violencia, pienso que la impulsividad y el pobre control de impulsos ocupan un puesto relevante, las adicciones también (en muchos casos porque inducen ciertos estados mentales en los que hay una percepción delirante, que suscitan un miedo insuperable en algunos casos, en otros por el clásico estado de necesidad fisiológico del organismo en el síndrome de abstinencia, con esa irritabilidad tan extrema, entre otras características), la baja tolerancia a la frustración, la desregulación de ciertas emociones como la ira, episodios de manía en la biporidad tipo 1, estados delirantes y/o alucinatorios de la psicosis (propios de la fase activa), estados mentales de los desórdenes por estrés postraumático, algunos estados disociativos de la personalidad (tan extraños y curiosos), en algunas parafilias o trastornos de la inclinación sexual también, entre otros que seguro olvido en estos momentos.
Cuando la necesidad se frustra, surge una emoción negativa, la ira, esa rabia incontrolada para algunos/as, lo que a su vez revela la desregulación de emociones, de impulsos, y esa dinámica mental muy probablemente desemboque en violencia. En el caso de un sujeto afectado por una adicción a drogas está más que claro, que el impedimento de una dosis por parte de algún familiar cercano lo verá como un obstáculo, un objeto de frustración, lo que es en sí un factor de riesgo para cometer un homicidio en este caso, tendiendo en cuenta que el perfil de adicción presenta la baja tolerancia a la frustración, además de esa desregulación emocional, añadiendo también la impulsividad y la falta de control de impulsos en algunos casos. Al maníaco nadie lo para, hay un elevadísimo potencial heteroagresivo en este estado mental tan perturbado en que el sujeto no es consciente de su enfermedad. En ciertos problemas por déficit atencional, en los tipos hiperactivo- impulsivo, más frecuentes en varones, la impulsividad suele durar y mantenerse en la vida adulta, lo que en sí es otro de los factores de riesgo para la inclinación a la violencia. En los casos de trastornos de conducta más graves, que se inician en la etapa infanto-juvenil, hay que mencionar el disocial como uno de los factores de mayor riesgo a la violencia, que en su versión adulta, la personalidad antisocial presenta un elevadísima y extrema impulsividad, además de inescrupulosidad y desinhibición. Hay múltiples factores de riesgo en la violencia, incluso se podría citar rasgos narcisistas de personalidad, en situaciones en las que se sienten heridos, debido a esa extrema necesidad de recibir elogios de los demás, que cuando se ve frustrada, suele desencadenarse una conducta violenta, en general espontánea y reactiva, aunque hay casos en que se acumula de un modo insidioso (casos de narcisismo más pasivo). Hay otras personalidades que pasan inadvertidas y pueden resultar sorprendentes, sujetos más suspicaces y solitarios, raros o excéntricos, que suelen ser proclives a trastornos mentales transitorios, dejando a la comunidad exhausta, sorprendida, debido a que nunca hubiesen podido prever esa conducta violenta, quizá motivada por un trastorno psicótico breve, que presenta ese carácter temporal, entre día y mes, tras el cual vuelve a su funcionamiento previo normal, sin secuelas. Ni que decir tiene que la psicopatía, el perfil psicópata, presenta características que le hacen proclive a cometer delitos, todo tipo de fechorías, por lo que esa versatilidad criminal le hace uno de los perfiles candidatos a la violencia.
La personalidad interactúa con la inteligencia, la espontaneidad es más propia de un coeficiente de inteligencia inferior, en el caso de más grado intelectual quizá la conducta violenta se revista de ensañamiento, lo que sería a su vez, en este último caso de elevada inteligencia, un factor que incrementa su responsabilidad criminal.
Uno de los factores comunes es la incapacidad de controlar esa conducta desadaptada y disfuncional, antijurídica y antinormativa, porque pesa más la necesidad de dar rienda a impulsos y emociones, el hedonismo, que la capacidad autorreflexiva y de consciencia. A veces sin la presencia de psicopatología mental, crónica o transitoria, la persona tendente a la violencia busca su satisfacción por esta vía, prefiere las consecuencias de dicha conducta, a pesar de ser negativas, que reprimir su deseo, impulso o emoción.
No todas las formas de expresión de esa agresividad que forma parte de nuestra condición antropológica están determinadas por la impulsividad, la falta de control de impulsos, u otras psicopatologías. Tal y como afirmó Hirigoyen hay casos en que se asesina psíquicamente a otros/as a través de falsas incriminaciones o acusaciones, buscando su aislamiento y que le provoquen el vacío, esta autora vino a decir literalmente
`un asesinato psíquico es un crimen perfecto, no hay rastro, no hay sangre y no hay cultura´.
Así tenemos sujetos sádicos que buscan el miedo de sus víctimas, para saciarse de placer, porque les gusta dominar, así manipulan su medio para lograr saciarse de su necesidad de dominar, con frecuencia confunden el placer con el infligir dolor, por eso suelen buscar personas que les complementen, en el plano sexual se trataría de mujeres que experimentan placer con el dolor, afectadas de esa parafilia que recibe el nombre `masoquista´. Si este tipo presenta además de ese narcisismo la parafilia, se convertiría en un probable candidato de `asesino en serie´, sobre todo si presentase algún tipo de delirio referencia.
Otros sujetos dentro del espectro de la psicopatología psicótica cuando tienden a la violencia cometen crímenes que revelan la excentricidad que les caracteriza, aunque en la esquizofrenia por lo general no se suele dar violencia, cuando se da es atroz. Hay que citar como un claro factor de riesgo también, esos delirios catastrofistas de los episodios de depresión mayor que son los que explican en algunos casos infanticidios y suicidios familiares.
Hay otra tipología de sujetos con tendencia a la violencia si la situación acompaña, se trata de esas ideologías tan apasionadas que rozan lo delirante, en mi opinión, se trata ideas delirantes persistentes, que se organizan en grupos con líderes que les transmiten sus delirios bien sistematizados y elaborados. Esos grupos de skin-heads o nazis, xenófobos y/o racistas que no pueden aceptar la diferencia, quizá sean recuperables si aceptan someterse a tratamiento en prisión. Pero sobre grupos hay distintas ideologías y rituales que los caracterizan, algunos de éstos grupos sub-culturales y sub-urbanos someten a un ritual violento de iniciación a sus nuevos miembros, por ejemplo soportar una paliza o 50 patadas, además de obligarles a hacer un pequeño hurto e imponerles tener que pagar una cantidad simbólica semanalmente a su líder, suelen llamarse `brother´ o `hermano´ y buscan su identidad diferenciándose de su comunidad social, de un modo inmaduro en el que la identidad individual se difumina con la grupal , un aspecto que difumina la responsabilidad de sus acciones y es un factor de riesgo para cometer acciones ilegales con esa ilusión de invulnerabilidad. Es bastante evidente que en estos grupos la violencia está legitimada, justificada, encapsulada en su modo de percibir e interpretar la realidad, y es que `donde la violencia está permitida, ser pacífico es un delito´.
La realidad es compleja, la violencia toma sus formas de expresión a través de diversas vías y motivaciones.
Si nos centramos en la personalidad, el rasgo de paranoidismo, esa sensación que todo el mundo va en contra de ellos, fruto en algunos casos de la ansiedad, en otros simplemente de ese perfil tan suspicaz y peculiar, aislado y que hace erróneas lecturas de actos bienintencionados de sus amistades, quizá porque muy probablemente presente un bajo nivel de adaptación, o pocas habilidades sociales con claras dificultades de socialización.
`La violencia es el recurso del incompetente, que opta por obligar e imponer por medio de la fuerza física o moral a hacer algo en contra de su voluntad; la violencia se define como un modo de actuar contra el natural modo de proceder, haciendo uso excesivo de la fuerza, contra la razón y la justicia´
Una disciplina inexistente, incoherente, claros y evidentes castigos físicos exacerbados, baja implicación parental con esa dejación de funciones por los motivos que fuesen (cada caso presenta sus particularidades), el abandono parental a temprana edad, la presencia de abusos y malos tratos familiares, padres delincuentes, entre otros factores que son claros riesgos para determinar que la infancia expuesta a ellos desemboque en una etapa adulta con tendencia a la violencia.
Si a estos factores de riesgo parentales se añaden otros como la experiencia de éxito con vías violentas, la falta de regulación de la ira, junto con la baja tolerancia a la frustración, la impulsividad, el pobre control de los impulsos, el déficit de habilidades cognitivas, la baja autoestima, un autoconcepto negativo, la sensación de vulnerabilidad, y la legitimación de la violencia, entre otros como la extraversión que tiende a la exteriorización de la agresividad si se presenta junto a neuroticismo o psicoticismo, son claros factores de la conducta violenta
Pero citemos también esos factores biológicos que pueden estar implicados en una marcada tendencia a la violencia, la presencia de un doble cromosoma Y en varones que favorece una extremada inclinación a la violencia, el déficit de serotonina en el lóbulo frontal que regula la conducta y las emociones, entre otros como traumatismo en el córtex prefrontal, en concreto en la región órbito-frontal que generaría el síndrome pseudo-psicopático.
Hay perfiles de personalidad que se caracterizan por un inmenso y evidente vacío, tendentes a un pensamiento nihilista, sin creencias ni valores que orienten su actividad, que sustenten un estilo de vida basado en valores positivos como la vida, el respeto y aceptación de la diversidad, el valor de la amistad, el esfuerzo, el trabajo digno, la salud y las conductas sanas que hacen posible un desarrollo humano, …, este tipo de personas son proclives a realizar cualquier conducta antisocial, antijurídica, disfuncional e inadaptada, porque no presentan una escala de valores meditada, no tienen valores positivos, uno de los aspectos que les lleva a esa probable conducta anómica, sin normas ni valores, sin miedo a las consecuencias de sus acciones.
Una persona sin valores morales va bastante perdida, improvisando y sin normas que guíen su comportamiento, el vacío es una de las características de la personalidad límite, además de la inestabilidad y la desregulación de las emociones tan intensa, con esa inestabilidad en las relaciones personales. Hay un subtipo antisocial que a mi criterio explica delitos varios que desafortunadamente están documentados.
Tendentes a la violencia, versátiles a nivel criminal, pero presentan claras diferencias en su origen delictivo, en el caso de los sociópatas el origen es social, se trata de sujetos que han construido un estilo de vida basado en la delincuencia, que perciben como una profesión, que a su vez, a pesar de estar en la sombra, les da un status social, pues no es lo mismo dedicarse a robar carteras que a atracar un banco, éstos presentan claras atribuciones erróneas cognoscitivas (`si tiene dinero es porque roba, por lo tanto si le robo está más que justificado´).
En el caso de los psicópatas, de etiología psíquica, hay varios perfiles, desde los más desestructurados con una función volitiva incontrolada, lo que indicaría psicosis, hasta los más carismáticos que ocupan puestos importantes, con propensión a cometer grandes estafas, manipular y controlar a los otros.