Autor: Joaquim Recio García
¿Podemos evitar ser víctimas de unas drogas que anulan la voluntad pero que no tienen sabor, no tienen color y no tienen olor? ¿Cómo saber si a la bebida que estamos consumiendo se le ha añadido una mínima cantidad de una substancia que puede ser como unas gotitas de agua, mucha menos cantidad que un cubito pequeño de hielo, sustancia que actúa rápidamente y doblega tu voluntad?
El término sumisión química lo empieza a utilizar en una publicación científica en España el catedrático de Toxicología Manuel López-Rivadulla en el año 2008, aunque en Canadá, USA, Francia e Inglaterra ya venían teniendo experiencia en esos casos, por lo que tienen protocolos concretos para detectarlo en cuanto les llega una víctima que tras algún hecho dice haber tenido un periodo de amnesia o haber tenido relaciones sexuales sin tener voluntad para impedirlas y no saber qué ha pasado.
La droga-medicamento escopolamina, conocida popularmente como burundanga, altera las funciones cognitivas de la persona causando obnubilación y confusión. Las constantes vitales no se modifican, pero al ser un alcaloide anticolinérgico provoca midriasis (dilatación pupilar), visión borrosa, inestabilidad a la marcha, lenguaje alterado.
No siempre la substancia usada es el burundanga, se han hecho servir fármacos de relativamente fácil de tener al alcance de muchos hogares, tal es el caso del Zolpidem® (el somnífero más extensamente utilizado en España), conocido por el nombre comercial de Stilnox® entre otros. Disuelta una cantidad de tan solo 10 ó 20 mg en una bebida, como un gintonic o un cubalibre sería suficiente para conseguir un estado crepuscular en la víctima, que la dejaría en situación de vulnerabilidad en su capacidad de decisión y por tanto quedando a expensas de otros su voluntad, en cuestión de pocos minutos. Siendo un fármaco de acción rápida y de corta duración puede desaparecer de la sangre en 24 horas, además de tener la posibilidad de crear amnesia de lo ocurrido en el intervalo de acción.
Otras drogas empleadas en la sumisión química son la atropina, hiosciamina, parametoximetanfetamina metoxetamina, metilona, mefedrona, metilendioxipirovalerona, ácido gamma hidroxibutírico ó GHB (éxtasis líquido, pero que no tiene nada que ver con el éxtasis o MDMA ni otras anfetaminas, ya que se trata de un anestésico que produce efectos impredecibles, como euforia y sedación, pero también desinhibición, facilitadoras de agresiones sexuales, especialmente en EEUU), clonazepam y Rohipnol (otro hipnógeno usado para inducir el sueño).
La sensación que relatan las víctimas es de un posible mínimo mareo y entrar en un estado como si estuvieran en una nube, a veces dándose cuenta de lo que ocurre, pero sin poder hacer nada por evitarlo.
En conclusión, este tipo de drogas que someten la voluntad, a veces conocidas como “beso del sueño” (en el mundo anglosajón como drug facilitated sexual assault) tienen un reconocimiento cada vez mayor en el ámbito de la justicia porque su uso se extiende cada vez más para abusos sexuales y para robos, dada su facilidad para conseguirla, su bajo precio y sus resultados espectaculares de rápida acción, casi imposible de detectar por la víctima, sumisión de la víctima, amnesia del periodo y dificultad extrema para detectarlas.
La detección es difícil, primero porque muchas veces no se piensa en la posibilidad de la intoxicación. Segundo que la víctima, ante la confusión de los hechos y amnesias parciales y totales de los hechos, no se decide a denunciar algo que su conocimiento desconoce. Tercero, que en muchos hospitales no se tienen claros protocolos para descartar dicha intoxicación. Y cuarto que la detección es difícil, porque se han de hacer pruebas específicas de detección y se ha de actuar precozmente pues la droga desaparece rápidamente del organismo, muchas veces cuando se dan cuenta de la situación anómala han pasado varias horas, suficientes para que la droga haya sido eliminada por mecanismos de metabolización y biológicos funcionales.
La Organización de Naciones Unidas ha advertido que en España se ha registrado un aumento en el uso de Ketamina, GHB y Benzodiacepinas con la finalidad de drogas para la sumisión química.
En algunos países existen estudios que dicen la posibilidad de más de un 15% de presencia de este tipo de drogas en la comisión de delitos sexuales. Se trata de un problema importante con consecuencias personales y sociales graves.
Es necesaria una concienciación social de la existencia de este tipo de drogas, que probablemente está más extendida de lo que nos creemos, y de la prevención para evitar caer, dentro de lo posible, como víctimas de las mismas, especialmente en colectivos más vulnerables como pueden ser los jóvenes y los ancianos, aunque de esta lacra no se salva ningún estrato social.